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El intelectual que salvaguardó Pontevedra

José Filgueira Valverde se sentía tan ligado a esta periódico que cuando celebró el 135 aniversario y publicó un especial conmemorativo, llamó al director para quejarse, porque no se le había pedido una colaboración.

- Soy el decano de los colaboradores. Empecé a escribir en los años veinte, y siempre se me pidió un trabajo cuando el decano de la prensa celebraba alguna efeméride.

En efecto, José Filgueira Valverde, el gran polígrafo gallego, había comenzado a publicar en Faro por aquel tiempo. Su ópera prima data de 1926, cuanto tenía veinte años.

Curiosamente su artículo aparece, justo al lado de un apunte de Castelao, su primer dibujo en este periódico.

Filgueira escribe sobre la Sociedad Arqueológica de Pontevedra, cuyo espíritu va a marcar su trayectoria y sensibilidad para bien de la ciudad.

Si antes de la guerra demuestra su finura literaria, valía intelectual y profundo galleguismo en estas páginas, en los años ochenta, su última etapa de colaborador, era famoso su "adral". Era un artículo semanal en el que abordaba cuestiones históricas o de actualidad. Muchos lectores lo recordarán.

Pero Filgueira Valverde, que fue un reverenciado profesor, un gran organizador, que prestigió el Museo de Pontevedra, fue un alcalde providencial en un periodo de riesgo.

A él se debe que haya preservado su carácter de ciudad monumental, y que no se hayan dado las aberraciones urbanísticas que desolaron otras urbes y villas históricas en los años sesenta.

Había heredado esa sensibilidad de los intelectuales de la Sociedad Arqueológica, que habían impedido "los torpes esfuerzos de los técnicos municipales, que una y otra vez trazaron calles, con el deliberado propósito de hacer desaparecer tan venerables ruinas".

A los peligros urbanísticos que amenazaban a Pontevedra, se refiere un ilustre vecino de la época, Gonzalo Torrente Ballester, en el artículo, "Pontevedra en trance". Se halla la ciudad, escribe, "en un momento peligroso de expansión y crecimiento, y de este momento capital pueden salir muchas cosas y diversas". Por fortuna ocurrió lo mejor.

Es una de las grandes aportaciones del entonces alcalde, Filgueira Valverde: haber preservado a la "bellísima" ciudad, así la llamaba Torrente, para la posteridad. Haber impedido que los peligros que la acosaban se hicieran realidad.

Algunos sectores del galleguismo han puesto objeciones al nombramiento de José Filgueira como el intelectual al que se dedica el Día das Letras Galegas de 2015, y se basan en el aspecto colaboracionista con el franquismo.

En lugar de valorar lo mucho que hizo por Pontevedra y Galicia, y sobre todo por la cultura gallega, vuelven la vista atrás y le reprochan haber estado presente en un momento delicado de Galicia y haber cumplido esa misión con eficacia. Cuando debía de ser todo lo contrario. Debían agradecer que estuviera allí.

Aunque es comprensible esa actitud en colectivos que cobran su pleno sentido en la protesta. Si no protestaran, no tendrían la significación que alcanzan cuando actúan o elevan la voz para oponerse.

Olvidan su pasado, el haber estado en la fundación del Seminario de Estudios Galegos, y lo que fue Filguiera Valverde en tiempos de la República: un gran defensor del estatuto. "En defensa del estatuto", escribe en Faro de Vigo el 3 de septiembre de 1931. Es el primero de una serie de artículos, que rematará el día 10 con el titulado "Capacitados para la autonomía".

Menos comprensible es que la Real Academia se desmarque del nombramiento, cuando Filgueira es una de las personalidades que han prestigiado a Galicia y a la Academia.

Se merece sobradamente el honor que, con acierto, se le ha otorgado como una de las grandes figuras de la generación irrepetible de intelectuales que ya le precedieron en el Día das Letras.

Una conmemoración a la que él está tan vinculado que, en su primera celebración, en el año 1963, dedicada a Rosalía de Castro, para celebrar el centenario de "Cantares Gallegos", la Academia lo eligió para pronunciar el discurso central del día. Por cierto, en el Círculo Mercantil de Vigo.

Si no sorprende que, desde posturas radicales, determinados colectivos discrepen del nombramiento, sí extraña de la Real Academia, a la que debe suponerse desideologizada en sus posturas colectivas. Porque para la inmensa mayoría de la sociedad, el nombramiento no solo es acertado, es más que merecido e irreprochable.